
Emergencias Espirituales
Fundacion San Dimas
LOS ULTIMOS INSTANTES DE UN JOVEN UNIVERSITARIO
Siendo aun estudiante del último año de Medicina ocurrió un desafortunado suceso en la Historia de la Facultad; nos encontrábamos reunidos como era costumbre a la hora del almuerzo en la cafetería del Hospital Universitario de San Ignacio, cerca a donde existía un patio central interno desde donde se observaba todos los pisos del edificio del Hospital.
Conversábamos animadamente cuando de pronto se escuchó un gran ruido que provenía del patio, como si se hubiera sacudido la tierra, rápidamente corrimos a ver qué sucedía y vaya sorpresa cuando vimos que el cuerpo de una persona yacía en el piso, como si se hubiese lanzado al vacío desde alguno de los pisos del edificio, mayor fue el asombro, la sorpresa y la tristeza cuando pudimos identificar que esta persona era uno de nuestros compañeros estudiante de Medicina de un semestre menor al que yo cursaba.
El joven fue inmediatamente auxiliado, se encontraba vivo y sobretodo casi como un milagro estaba CONSCIENTE no obstante presentar serias lesiones en todo el cuerpo; rápidamente fue llevado al servicio de urgencias y en pocos minutos estaba dispuesto todo un equipo humano y técnico de las más altas calidades para su atencion; debido a la gravedad de sus lesiones fue trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos, fue evaluado y llevado a cirugía, todo esto ocurría estando aun consciente el joven, en el quirófano se encontraron serias lesiones internas y aunque salió de cirugía con vida, su recuperación era muy complicada y desafortunadamente murió horas despues.
La Desilucion de nuestro profesor y guia
Unas días después de este insuceso llego a nuestra clase de DEONTOLOGIA MEDICA nuestro profesor el Padre Alfonso Llano Escobar S.J, doctor en Bioética, pero más que ese título el Padre Llano era y es para nosotros sus alumnos y discípulos nuestro querido “Padre Llano”.
Ese día venia bastante serio y compungido, a diferencia de los demás días de clase cuando llegaba con cara de alegría,lo cual inmediatamente nos llamó la atención.
Despues de su habitual saludo nos dijo palabas más, palabras menos y de manera enérgica pero paternal algo así : “Me siento desilusionado y defraudado de los médicos que han sido mis alumnos y discípulos por tantos años, parece que no entendieron el mensaje de Cristo que recibieron en sus casas, en sus colegios y en su Universidad”...
Nosotros quedamos completamente asombrados y hacíamos cualquier clase de conjeturas, pero ninguno imaginaba la enseñanza tan importante que nos iba a dar en esos minutos nuestro Padre Llano como lo llamábamos con cariño, respeto y admiración...
Hizo entonces referencia el Padre Llano a los tristes acontecimientos descritos anteriormente referentes a la muerte de nuestro compañero estudiante de Medicina, seguíamos sin entender la causa de su molestia, hasta que nos dijo que él no comprendía como en un hospital adscrito a una Universidad de confesión abiertamente católica, que además lleva con orgullo el titulo de PONTIFICIA, sus alumnos médicos, incluyendo profesores, especialistas, residentes, internos, estudiantes que habían atendido al joven de la historia, no habían pensado que ese ser que atendían no era solamente un cuerpo muy mal herido, no habíamos pensado que era un hijo de Dios que posiblemente se encontraría con su Creador en poco tiempo, un ser humano que en un mal momento de sus existencia se había lanzado al vacío buscando una muerte segura.
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Perdimos un valiosisimo tiempo....
...El Padre Llano también ese día nos dijo que su tristeza provenía de pensar que aunque los muchos médicos que atendieron a ese joven habían puesto al servicio del joven todos sus conocimientos, sus habilidades, su experiencia y todas las herramientas que la tecnología del momento podía ofrecer para “salvar su vida”…, ninguno se acordó, ni pensó que era justo ese el momento de aplicar lo que tantas veces habíamos escuchado de nuestros profesores de Ética Médica y de las muchas materias humanísticas y filosóficas que cursamos en nuestras vidas…
Para hombres y mujeres de fe que se supone seríamos nosotros, el hombre es una unidad inseparable de cuerpo y espíritu y este era el momento crítico para haber hecho también nosotros unidad y coherencia de vida con el conocimiento científico, filosófico y teológico.
Habíamos fallado considerando en forma parcial la esencia del hombre, su trascendencia y su vinculo filial con el Creador.
No obstante lo mas triste del asunto de por si patetico, es que se perdio una gran oportunifdad de haber atendido espiritualemnte a este joven. No habíamos aprovechado ese valiosísimo tiempo de conciencia que tuvo este paciente, (tal vez lo único bueno en medio de tal desgracia), pues ahí estaba el poder misericordioso de Dios, un poder generoso permitiendo que otros hombres coadyuvaran en la realización del perdón divino con las facilidades de tener disponible un sacerdote católico para atenderlo.
A ninguno de nosotros se le había ocurrido simplemente llamar al capellán del hospital o a cualquiera de los muchos sacerdotes jesuitas que se encontraban seguramente en ese momento en la Universidad.
Habíamos hecho tal vez hacerle perder una oportunidad especialísima a este joven de recibir asistencia espiritual en un momento crucial y definitivo de su existencia.
Cuanto lo hubiera ayudado a él y a su familia saber que en el momento crítico había recibido la atención de un sacerdote que por autoridad delegada directamente de Dios perdonaría sus faltas; un Dios a quien encontraría cara a cara para rendir cuenta de sus actos, pero que de seguro no sería un juez severo sino un amigo, un Padre amoroso a quien ya conocía de tiempo atrás, sería el encuentro de dos viejos amigos…